Lo siguiente fueron apuntes hechos en mi reciente viaje a Guapi en el Cauca, una tierra que me llevo a entender realmente el valor del amor y los sueños, una tierra en la cual experimenté cosas hermosas: Fue mi primer acercamiento con el litoral del pacífico, fue mi primera vez en barco y en este viaje conocí el mar. Así que, les comparto mi experiencia:
Buenaventura:
‘’…en
la costa del Pacífico hay un pueblo que lo llevamos
en el alma, se nos pegaron y con otros lo comparamos,
allá hay cariño, ternura, ambiente de sabrosura,
los cueros van en la sangre del pequeño
hasta el más grande.
Son niches como nosotros, de alegría siempre en el rostro.
A ti mi Buenaventura con amor te lo dedicamos. ’’
De Buenaventura
usualmente nos cuentan muchas cosas, como por ejemplo que posee uno de los
puertos más importantes del país, por el cual entran y salen mercancías tanto
de Buenaventura como del país, nos cuentan también que es un paraíso de la
salsa en el cual se baila muchísimo y se disfruta del sabor caleño. Más al
llegar nos vimos confrontados con una realidad complicada y dolorosa, entre
hedores de pescados e icopor nos preguntamos ¿Dónde está el paraíso? Mientras
llegábamos al puerto que nos aguardaba pudimos ver casuchas hechas con
palafitos, con maderas podridas que lograban que sus pisos no se empaparan
tanto con el agua contaminada del río, contaminado no sólo de basura sino
también de miseria. En esas humildes casuchas vimos también a los niños,
desnutridos que aún con los huesos forrados bajo su negra piel contaban con
unas pronunciadas panzas.
-La panza se le pone así a uno cuando toma
agua del río
-¿Y por qué toman agua
del río?
Y en el puerto, ¡Qué
cosa más increíble! Una variedad de afrodescendientes allí, mujeres, hombres,
jóvenes, flacos, altos, bajos, viejos pero eso sí, todos muy fuertes, más de lo
que pudieran parecer, sobre sus espaldas llevaban grandes cajas de mercancías,
de todo tipo y de toda marca, una caja grandota, otra más pequeña, un gran
arrume de cajas pero eso sí, nunca descansaban. Sólo espero que las grandes
marcas como HP, Black&Decker, Avon, Dell estén muy agradecidas con ellos,
ya que hacen una parte fundamental para su funcionamiento, pero a juzgar por
sus casas y sus desgastados cuerpos parece que no es así y esta no es cosa que
deba extrañarnos conociendo como es que se terminan enriqueciendo estas
empresas, no nos queda de otra sino preguntarnos ¿Cuánto pagaran a estos
hombres y mujeres fuertes? ¿Por qué esto no lo sacan en el comercial de la
familia feliz a causa del consumo? Bueno, a veces es preferible que esas
preguntas se queden sin respuestas, para evitar un poquito el dolor de patria.
Llegué al borde del país, para
darme cuenta que en todas partes se sufre, que sufren los pescados que mueren
por los hombres y los hombres que mueren porque sufren por no pescar.
Vi el mar, y se derramo el
mismo a través de mis ojos, vi lo que ya había visto en cada sitio que mis pies
han pisado. La desgracia se ha expandido,
la miseria es tan amplia como el mar, sufre el mar lleno de miseria, sufrimos
nosotros también de una forma distinta.
Vi las casuchas hechas con
maderas podridas y ahuecadas, vi los hombres y mujeres que son más fuertes de
lo que parecen, vi morir la tarde, la ilusión y también vi cómo se desangró la
esperanza. También vi caminar a la muerte, altiva y engreída creyendo que nos
ha vencido, y por un momento parece así, parece que el egoísmo y la locura
ahora dominan la tierra; Parece que la muerte ha triunfado finalmente, parece
que nunca tuvimos oportunidad ante ella, lo que habíamos de perder lo perdimos
hace tiempo...
Pero por favor, no me digan que
no hay esperanza, no les permito que me digan que todo está perdido, no es que
vaya a creerles -Eso nunca- pero necesito saber que hay otros como yo, que
habemos quienes queremos seguir jugando la partida aunque desde el inicio la
mano parezca estar perdida.
Tampoco les permito que hablen
del pacífico de forma lastimera, no necesitamos la lastima de nadie, todos
somos un mismo pueblo, olvidados y oprimidos aunque en distinta magnitud, no
permito que hablen de lo que hay más allá del ancho mar para decir que todo
está perdido.
La necedad nos ha parido con
toda la fuerza y el dolor del desgarro de su útero, y aquí y allá seguimos
siendo necios. No permito que hablen del
Pacífico sin hablar de su gente, su alegría, su historia, sus lágrimas, su
música y sus sonrisas, sí, esas que siguen fluyendo aún cuando la gente cree
que todo está perdido.
''Defender la alegría como una
trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un
principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos''
-Mario Benedetti.
Sólo
cuando pise la tierra Guapireña entendí realmente el significado de ese poema y
de ser maestra, al ver a los hombres que pescan y suben andamios y a los 50 ya
casi no pueden andar, al ver a las mujeres que aunque flacas siguen amamantando
y al ver a los niños, desnutridos y panzones pateando un balón y sintiéndose
‘’cracks’’ como Cristiano Ronaldo y Messi, ver estas cosas me inspira muchas
cosas, en primera un gran afán de querer dejarlos ahí, conservando la alegría
de niños y que nunca tuvieran que conocer el egoísmo, el olvido, el hambre y
las otras perversidades del capital, pero eso sería irrumpir el ritmo de la
vida, además estoy segura que ellos ya conocen a groso modo algunas cosas de
esas.
Pero
aun así les pido que no me
digan que no hay esperanza, aquí y allá seguimos siendo
necios, unos queriendo ser felices cuando todo está en contra, y otros
queriendo educar en medio de las trincheras, conocer Guapi significo para mi
entender la necesidad de pensar históricamente, porque como dijo Eduardo
Galeano: ‘’Los científicos dicen que estamos hechos de átomos pero a mí un
pajarito me dijo que estamos hechos de historias’’ y es necesario recogerlas,
para visibilizar, para creer y para seguir adelante en esta aguerrida defensa
de la alegría, de la alegría de educar.
No
podré olvidar a los niños quiénes al saber que me iba estremecieron sus caritas
pidiéndome que regrese algún día regrese ni a la marimba de Don Silvino, ese viejo que a pesar de no poderse mover seguía tocando enérgicamente la marimba o las
palabras de Don Nemesio Ramo que me contó cómo fue desplazado por
paramilitares, una parte de mí se quedó en Guapi, y la otra promete volver,
porque ese pedacito de tierra y río olvidado me recordó lo que es llorar de
alegría aunque las condiciones sean adversas.
“Podrás perder mil batallas pero
solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota”
―Ho Chi Minh